EL VACIO PRIMARIO

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EL VACIO PRIMARIO

Este término, descrito por el Dr. Salomon Sellam en su libro la escalera del amor (Ediciones Bérangel 2019 ), depende completamente del contexto general de la infancia entre los 0 y los 7 años, y de él dependen gran numero de desequilibrios que tienen lugar posteriormente en la edad adulta.
Los sufrimientos en este periodo clave para nuestro desarrollo, son de índole variada; problemas económicos, emocionales, sociales, religiosos, grandes pérdidas, abandonos, maltratos, etc, y tienen gran relación con el establecimiento de relaciones patológicas entre padres e hijos.
Para este especialista en medicina psicosomática, cada individuo tiene su propio vacío primario ( ¡quién no ha sufrido algún tipo de sufrimiento emocional en su infancia! ), la clave en cuanto a su capacidad de generar secuelas importantes con posterioridad, está en su profundidad ( de vacío superficial a abismal ) y en la resistencia o vulnerabilidad psíquica de la persona.
Esta serie de padecimientos emocionales en este periodo tan importante para nuestra construcción psíquica, son capaces de generar en el niño/a enormes sentimientos de desvalorización, rechazo, inexistencia, sentirse como el patito feo de los hermanos, etc y acaban generando un gran problema de autoestima crónico, que ha menudo se ve agrandado por otras situaciones negativas en los años siguientes ( bullying, depresiones, ausencia de relaciones sociales, aislamiento..).
Este vacío se constituye en forma de una enorme energía psíquica, una fuerza inicialmente negativa y potencialmente perturbadora e incapacitante, que obliga al niño/a a liberarse de ella de forma instintiva e inconsciente por medio de diferentes estrategias de sublimación, como la actividad física desenfrenada, la descarga artística ( danza, teatro, pintura, dibujo, escultura etc ), la descarga intelectual ( psicología, literatura, historia, geografía, etc ).
Cuando el niño/a se convierte en adolescente, la llegada del primer amor importante puede generar una inversión amorosa desproporcionada ( “esta persona me permite llenar todos mis vacíos, doy todo lo que tengo en esta relación, mi cuerpo y mi alma, mis células solo alcanzan a decir más y más” ), que es semejante a un amor incondicional, pero solo en apariencia.
Este estado de serenidad se instaura rápidamente desde el comienzo de la relación, se activa y continúa mientras la relación exista, pero se extingue en el momento del desenganche, en el momento de la ruptura. Luego, tan pronto como ocurre la separación, inconscientemente reaparecen todos esos fantasmas, esos miedos y vacíos, como si se tratara de la erupción de un volcán que se creía dormido o demasiado viejo.
Todo ello puede encaminar a la persona hacia un sufrimiento psíquico importante o hacia una patología médica.
El vacío primario solo puede ser resuelto cuando la persona se atiende a si misma, escucha sus necesidades profundas, agradece la vida tal como fué y deja de esperar lo que no pudo ser. Quizás todo ello le lleve a tomar decisiones difíciles en su vida que las personas de su alrededor no consigan comprender. Pero su confianza ya no está en los otros, sino en si misma y en su propia fuerza.
En resumen, muchas enfermedades y desequilibrios que padecemos en nuestra vida adulta pueden ser originados por sufrimientos severos que han tenido lugar en ese periodo tan importante para la constitución de nuestra psique.

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