CORONAVIRUS Y ALIMENTACIÓN

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CORONAVIRUS Y ALIMENTACIÓN

A lo largo de estos últimos meses, vamos conociendo casos que afrontan las infección por coronavirus en su casa, bien porque acudieron a urgencias y no se consideró indicado su ingreso, o bien porque voluntariamente decidieron curarse en su domicilio como se hacía antiguamente con la gripe.
Hablando hace unos días con uno de ellos, le pregunté por su alimentación y descubrí que comía en exceso y con abundantes proteínas, con la creencia de que; “necesitaba energía para recuperar las fuerzas”.
Cuando nos referimos a padecimientos tan antiguos, nada mejor que la sabiduría de los médicos tradicionales, antes de que “todo se curara con medicamentos”.
El Dr. Eduardo Alfonso ( 1894-1991 ), en su libro Curso de Medicina Natural en 40 lecciones, se refiere al tratamiento del estado agudo gripal, caracterizado por una exaltación funcional con fiebre, aceleración del pulso, perdida de apetito, sed, postración y abatimiento:
Consideraba fundamental confiar en la eficacia de la reacción orgánica, “para ello nos limitaremos a quitar los obstáculos que pudieran oponerse a esta reacción. Debemos ocuparnos sobre todo de tres indicaciones; la alimentación, las eliminaciones y los estímulos vigorizantes”.
La alimentación:
En los primeros momentos debe ser líquida, depurativa, no concentrada y exenta de proteínas, con objeto de diluir los venenos orgánicos y ayudar a su eliminación.
Los zumos de frutas frescas y jugosas en primer lugar, el agua pura, los cocimientos de cereales y los caldos claros de hortalizas, son los alimentos propios del estado agudo.
Está probado que, de todos los alimentos, son los hidratos de carbono, los que mejor digieren los enfermos febriles, proporcionándoles las energías mas fácilmente liberables.
Los zumos de frutas frescas ( naranjas, limón, uvas, sandía, granada etc ), contienen azúcares muy fácilmente asimilables, ácidos que diluyen las secreciones y una riqueza considerable de sales vitalizadas que facilitan los cambios orgánicos y mantienen la resistencia del organismo.
La miel, que es azúcar de flores, por su valor nutritivo y su acción antifermentos, ocupa una categoría terapéutica tan alta como los zumos de frutas, en el tratamiento de los procesos agudos.
Los cocimientos de cereales, sobre todo el de cebada, tan preconizados por Hipócrates, son también utilísimos por sus propiedades mineralizantes, secretorias y calmantes ( Hipócrates recomendaba el ayuno total cuando los pies están fríos o en presencia de fiebre muy alta y comenzar a dar cereal solo cuando los pies están calientes ).
Los caldos claros de hortalizas ( patatas, zanahorias, puerros, etc ), que no deben ser confundidos con los de verduras, tienen también excelentes propiedades diluyentes, eliminadoras y mineralizantes.
El agua pura y cruda, debe darse a discreción del enfermo, todo lo a menudo que le apetezca, sin otro cuidado de no ingerir gran cantidad de una sola vez. En ocasiones es imperativa la dieta exclusiva de agua para resolver favorablemente ciertos estados de enteritis que, de otro modo pudieran peligrar.
La leche, por ser sustancia grasa, es de difícil digestión para estos enfermos y, en general, debe ser poscrita.
Una vez que el régimen líquido ha conseguido atemperar la enfermedad, y el aplacamiento de las reacciones febriles y nerviosas, deberemos aumentar la alimentación con harinas de cereales ( trigo, avena, maíz, fideos…), cocidas en caldos de hortalizas y aun en leche aguada ( que así suele ser bien digerida )
La horchata de almendras es un precioso alimento, que no hay inconveniente administrar desde el comienzo de la enfermedad, tiene grandes propiedades nutritivas y mineralizadoras y carece de la mala digestión de la leche sola.
En fin, cuando el régimen líquido ha dejado de producir mejoría, la fiebre se estaciona o desciende, el enfermo se pone pálido o demacrado, y sobre todo, si tiene hambre, hay que aumentarle la alimentación con sustancias que contengan nitrógeno ( proteinas ). Una de las mas útiles es la patata, que debe ser tomada en puré; al cual se puede agregar leche o yema de huevo. Se irá completando la alimentación con arroz con leche, chocolate al agua, compota de frutas poco azucarada…. Hasta volver poco a poco a la alimentación normal.
En las primeras fases de la enfermedad se impone la supresión de los alimentos proteicos ( carnes, pescados, queso, huevos, leche, leguminosas ), porque la fiebre somete al cuerpo a una sobreactividad destructiva de dichos compuestos; la cual no debemos contrariar en modo alguno, para favorecer la degradación de los acúmulos tóxicos y su eliminación consiguiente.
Pero es importante restablecer a tiempo la ingestión de proteínas, muchas complicaciones, recaídas y convalecencias penosas se deben también a la persistencia indebida de una dieta poco nutritiva.
La reintegración a una alimentación más rica, no deja de presentar dificultades en muchos casos. Y entonces será sensato apelar al régimen instintivo; es decir, dar al enfermo aquello que por adaptaciones anteriores, apetezca más. Así lo proclamó Hipócrates, diciendo que, en semejantes casos “deben darse a los enfermos los alimentos y bebidas que deseen, a menos que aumenten el mal manifiestamente”, porque “un alimento y una bebida menos saludables, pero agradables al enfermo, deben ser preferidas a un alimento y una bebida más saludables pero menos agradables”. Hay que saber atender, en una palabra, a la razón de esas hambres electivas de que ya hemos hablado, pensando, como Sydenham que “el razonamiento nos equivoca más a menudo que los sentidos”.

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