DEPRESIÓN Y EJERCICIO

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DEPRESIÓN Y EJERCICIO

Todos sabemos lo que ocurrirá si consultamos a nuestro médico de familia por síntomas de depresión; “tómese este antidepresivo y en unas semanas se encontrará mejor”. El problema parece sencillo, pero no lo es.
En mi última publicación me referí a la opinión de un Médico escocés del siglo XVIII, William Buchan, sobre la depresión; “El paciente deberá hacer tanto ejercicio al aire libre como pueda soportar. Un plan de éste tipo, con una atención explícita a la dieta, es un método de curación mucho mas racional que confinar al paciente y atiborrarlo de medicamentos”.
En 2004, el Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica, dependiente del Sistema de Salud Británico, decidió que, “ No se recomienden antidepresivos para el tratamiento inicial de la depresión leve, porque la proporción riesgo/beneficio es pobre. En vez de eso, los médicos deberían probar alternativas sin fármacos e informar a pacientes de todas las edades de los beneficios de seguir un programa de ejercicios estructurado y progresivo”.
Andrew Mc Culloch, director ejecutivo de la Fundación Salud Mental, una organización de beneficencia con base en Londres, dijo: “ La base actual para el ejercicio como tratamiento de la depresión es muy buena, reduce también la ansiedad, es buena para la autoestima, el control de la obesidad etc. Tiene un efecto de amplio espectro”.
Los estudios han revelado que el ejercicio produce una mejora sustancial en el plazo de seis semanas y que el 70% de los pacientes deprimidos responden a un programa de ejercicio. “Estas tasas de éxito son muy notables”, escribieron en 2008 investigadores alemanes.
Además con el tiempo, el ejercicio aporta una multitud de beneficios secundarios; estimula la función cardiovascular, aumenta la fuerza muscular, reduce la tensión sanguínea y mejora la función cognitiva, la gente duerme mejor, funciona mejor sexualmente y tiene una mayor participación social.
Un estudio del año 2000 de James Blumenthal, de Duke University, reveló también que no es prudente combinar el ejercicio con la terapia farmacológica. En su estudio con 156 pacientes de edad avanzada, les dividió en tres grupos ( ejercicio, antidepresivo y ambos juntos ), y observó que los que mejor evolución seguían a los diez meses eran los del grupo de solo ejercicio. El estudio sugería que la exposición al antidepresivo, anulaba los efectos del ejercicio. Este fue un efecto inesperado porque se suponía que la combinación de ejercicio y fármaco, tendría un efecto aditivo, comentó Blumenthal.
Una ”receta” de ejercicio proporciona normalmente 24 semanas de tratamiento al paciente. Un profesional valora la condición física del paciente y establece un plan de actividad adecuado, se trabaja con máquinas de gimnasio, nadan y hacen otro tipo de ejercicios, dependiendo de cada paciente. Existen programas al aire libre que consisten en paseos en grupo, ejercicios de estiramiento y trabajo ambiental voluntario ( mantenimiento de bosques, mejora de senderos, creación de jardines comunitarios)
Los pacientes refieren que el ejercicio les permite, “asumir el control de su recuperación”, y dejar de considerarse víctimas de su enfermedad, su seguridad y su autoestima aumentan, se sienten mas tranquilos y mas activos. El tratamiento se centra ya en su salud, mas que en su enfermedad.
En resumen, el ejercicio estructurado, controlado y supervisado apropiadamente debería ser la primera opción a la hora de afrontar una depresión leve o moderada. Si esto no fuera suficiente, se debería considerar la posibilidad de utilizar un antidepresivo a dosis bajas y durante un periodo de tiempo limitado, olvidándonos del repetido consejo de; “Esta enfermedad es para siempre, debes tomar esta pastilla de por vida, si la dejas de tomar, los síntomas volverán”.
La cuestión del uso de los fármacos psiquiátricos de forma crónica es un asunto de gran importancia que trataremos mas adelante en profundidad.

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